QUERIDO SAN VALENTÍN

QUERIDO SAN VALENTÍN

En estos días, que rondan el día de los enamorados, es habitual encontrarnos con un surtido de ofertas enfocadas a consumo de regalos para la pareja, escapadas para enamorados, actividades, flores o rebajas en tratamientos de belleza, entre otros. Es cierto que el bombardeo de publicidad es cada día mayor, y resulta difícil escapar del consumismo actual, de la muestra de amor a través de objetos, o incluso, la venta de una imagen idílica a través de las redes sociales. Vivimos en sociedad, y por ello, es casi imposible mantenernos ajenos a ella, no obstante, me gustaría resaltar que no todo el día en sí ha de estar cargado de una connotación negativa.

Lo positivo de celebrar un día de los enamorados, podemos enfocarlo de un modo genuino y sencillo, recordarnos el amor hacia nuestra pareja. Podemos mostrar amor de muchos modos, y el más efectivo y más real será siempre el poder declarar un “Te quiero” sincero, romántico y empático a esa persona con la que compartimos nuestras vidas. Encontrar un entorno tranquilo, durante unas horas, y dedicar este tiempo a estar juntos (sin necesidad de gastar dinero), recordar los primeros momentos en los que “se encendió la chispa”, rememorar experiencias conjuntas del pasado tanto positivas como negativas que se vivieron y superaron juntos, echar una vista atrás de esa historia de vida en conjunto (más larga o menos, eso no es lo importante), reírse, imaginar y soñar el futuro en pareja, decirse las cosas que a uno le gustan del otro, etc. Son cosas que muchas veces a diario olvidamos, o damos por sentado que están dichas, pero, precisamente estos días nos puede resultar más fácil, expresar todo lo “no dicho” e implícito, y ponerlo en palabras, hacer explícitas tantas cosas que por simples dejamos de hacer, y que pueden hacer que nuestro día a día sea más sencillo, con una sensación completa de apoyo y congruencia con el otro.


En el amor al otro, encontramos varias fases, que son el resultado del amor con el paso del tiempo, al principio está la fase de “enamoramiento”, dónde pesa más la atracción, el deseo, el juego, luego la “luna de miel” dónde continúa la pasión y aumenta el nivel de confianza, posteriormente se da una etapa de compañerismo, dónde el nivel de confianza es muy elevado y el de pasión suele disminuir, aquí se pueden dar roces, encasillarse en rutinas y monotonías, y llegar a mermarse la relación. Suele ser una etapa estable, en la que se valoran los detalles, las sorpresas, los cuidados del uno al otro, etc.

Actualmente vivimos demasiado rápido, y en ocasiones, nos centramos en un futuro laboral, o de crecimiento personal en el que se enfoca a uno mismo como único pilar del desarrollo, y percibimos que no tenemos tiempo para nada más. No obstante, somos animales sociales, y como tal necesitamos de los otros, necesitamos el apoyo de amigos, de la familia o de la pareja, para sostenernos. Es muy importante primero quererse a sí mismo, para poder querer y cuidar a los demás. Pero, si olvidamos que los demás serán nuestros apoyos, el reflejo de lo que nosotros mismos somos, podemos cometer el error de enfocar a las demás personas como instrumentos, asumiendo así relaciones vacías, o meramente utilitarias, que aumentan el miedo a la invasión de nuestra intimidad. Ciertas personas expresan que pierden independencia al estar en pareja, que pierden una parte de sí mismos y se comportan como si fueran otras personas. Este tipo de racionalizaciones tiene más que ver con la forma de entender una relación y con los patrones experimentados hasta el momento. Aunque cada relación en sí es diferente, hay que enfatizar que en todas las relaciones, sean del tipo que sean, se necesita un equilibrio para sostenerlas. Cada miembro de la pareja necesita ser primero “yo” y después “nosotros”, unidos pero no fusionados, ya que esa indiferenciación puede dar lugar a dependencias patológicas, sufrimiento psicológico, ausencia de privacidad y de sentido propio, intolerancia a la separación, celotipias, miedos, carencias de autoestima, y todo ello derivar en trastornos anímicos, ansiedades o depresiones entre otras.

Es importante hacer un paréntesis aquí, y recordar que al hablar de relaciones de pareja tóxicas, cabe mencionar cómo cada semana nos llegan noticias de nuevos casos de violencia de género, y un elemento llamativo de los últimos años, es la disminución de la edad en el maltrato, dándose muchos casos en menores. Adolescentes que, ante el miedo al abandono, la necesidad de sentirse más poderoso que la otra persona, la necesidad de posesión y fusión, la falta de autoestima, manipulación, y entre muchas más causas, ya que este fenómeno es mucho más complejo, vuelven a recrear patrones más propios de hace dos siglos. Aunque pueda parecer difícil de entender en esta época, sí puede entenderse a partir de ciertos valores actuales que se centran más en lo material, la apariencia y la posesión, la individualidad, soledad, falta de autoestima…Más adelante publicaremos un artículo especializado en violencia de género.

Sin referirnos al maltrato, también destacan relaciones de pareja perjudiciales, en las ambas partes mantiene comunicaciones vacías o cargadas de sentimientos negativos, lo que suele llevar a círculos viciosos de ataques, de muestras de ira y enfado, dónde lo que realmente se transmite es la carga afectiva negativa, y no tanto los sentimientos que están en la base, como pudieran ser dolor, soledad, necesidad de cariño, etc. Cuando una persona se expresa durante un enfado, carga sus palabras con ira, y como lo emocional nos llega antes, no somos capaces de escuchar de dónde viene ese ataque, y qué nos quiere decir en realidad a través de dicho ataque. A veces la impulsividad puede llevarnos a no escucharnos, creando sistemas de comunicación escacharrada. Generalmente utilizamos “mensajes tu”, “tu me haces/dices…” con los que se generan barreras y detonan ataques. En la comunicación es importante escuchar al otro y no expresar los sentimientos negativos como medio para castigarle. Una técnica útil en estos casos son los “mensajes yo”, en los cuales cada uno expresa la emoción que siente en primera persona, expresando que es algo mío: mis sentimientos, mis opiniones, mis deseos y preferencias, con lo que no lo estamos culpamos por lo que siento/pienso/necesito, por ejemplo “Cuando llegas a casa y te vas directamente a descansar, yo me siento muy solo, y en cambio me gustaría que dedicásemos unos minutos a saludarnos y resumirnos cómo nos ha ido nuestro día”. El formato es:

1º Describo la acción del otro: Cuando tu….
2º Expreso lo que siento: Yo me siento…
3º Petición de cambio: Me gustaría que…

No obstante las relaciones hay que cuidarlas. Entender que la intimidad de la pareja da espacio a cada uno a su independencia y a sus propios aspectos comunes. Aparentemente tememos dejar de ser la persona que somos, y este miedo puede llevarnos a ser incapaces de expresar nuestros sentimientos. Como no es necesario ahogarse en una fusión impersonal, y tampoco ser meros compañeros de casa, se puede mantener un espacio personal, tiempo para uno mismo, un espacio propio, actividades o intereses individuales, amigos distintos, deportes, etc.

Y a la vez, tomarse el tiempo de conocer al otro, de implicarse en la relación, de sorprender, de hacer detalles, hacer ver que se conocen los intereses del otro y se tiene en cuenta aunque no se compartan, y al mismo tiempo encontrar actividades en conjunto, todo el proceso de llevar a cabo un viaje, la organización, búsqueda, y toda la logística ya conforma ese espacio conjunto.



Una parte de ese miedo a la intimidad, radica en falsas creencias o sesgos/distorsiones cognitivas acerca de lo que nos supone como miedo a exponerse, a mostrar las debilidades propias, al rechazo o abandono, a la responsabilidad, a la madurez, a la anulación de sí mismo, entre otros; aspectos que muchas veces no se expresan con palabras, y se dan por entendido, como por ejemplo “sabe que la quiero”, “ya tendría que saber que eso no me gusta”. De aquí que la comunicación de los sentimientos sea fundamental, porque como humanos nos sentimos vulnerables al hablar de ellos, tenemos miedo de las respuestas que recibamos, o de los cambios que puedan suceder… Para ello lo primero y no por ello menos difícil, es entender cada uno qué siente y porqué o para qué, que función tiene ese sentimiento, y tras ello expresarlo. R. Sherman, (1991) muestra un sencillo ejercicio llevado a cabo en terapia, para quienes tienen miedo de expresar sus dudas y sentimientos, preguntar a la pareja: ¿Cómo sabría que la otra persona está enamorada de usted? ¿Qué tiene que hacer para demostrárselo? ¿Qué conductas en el día a día se lo muestra?.

Con ello se facilita el entendimiento, el lenguaje es claro, y además de observar las distintas respuestas también se comparten experiencias emocionales, incluso a veces nos llevan a momentos del pasado produciendo gran satisfacción.

En ocasiones, tan solo es necesario preguntarse por las expectativas y los deseos, para centrar la comunicación. Y la importancia de la escucha activa, una de las frases más escuchadas en terapia “es que no me escuchas”, y para ello en preciso atender a lo que el otro le está contando, asentir de un modo no verbal, parafrasear lo que le cuentan para asegurarse de que lo está comprendiendo, y en ocasiones consolar… Nunca ofrecer soluciones como primeras opciones, la escucha activa no se utiliza como solución de problemas, sino como su nombre indica: como escucha y comprende al otro.

Con todo ello, deseamos que disfrutéis San Valentín los que tengáis pareja, y los que no tengáis actualmente, que disfrutéis con vuestros seres queridos, familia o amigos, que también son relaciones que hay que cuidar y a los que también va dirigido este artículo.